Cábala
Del vocablo Kiber “recibir”, deriva Kabala. La Cábala es más que una doctrina mística de la religión judía, porque su pensamiento no se limita a un sistema filosófico o religioso, nada hay de dogmático en ella.
Es llamada mística en virtud de su búsqueda de lo absoluto y de su persecución del contacto divino, aunque por encima de todo sea una manifestación creadora del espíritu judío y su objeto la Tora
En su origen una Revelación primordial, renovada en cada generación y en cada hombre, les conducirá a acciones que determinan las relaciones de Dios con el mundo y con el hombre. Moisés recibió la Enseñanza o Ley (Tora) en el Sinaí y la transmitió a Josué, este a los Zekeinim (Ancianos), y estos a los profetas, finalmente estos a los miembros de la Gran Sinagoga. Michna 1.
La Cábala supera en antigüedad a la Revelación sinaítica, remontándose a los tiempos prehistóricos. Moisés no hizo sino introducirla en la historia de Israel, iniciando formalmente la “Tradición” o Massora que de hecho ya existía. En tanto la Cábala es Palabra divina, la Massora es obra humana
Se designa como chalchelet ha-kabala “cadena de Tradición” aunque más que Tradición es “aceptación”, su dirección es vertical. Dios sostiene el extremo de la chalchelet tendiendo el otro extremo al hombre, invitándole a recogerlo. La Revelación sinaítica, la Revelación de la Tora de Dios, es una llamada al hombre, Dios se manifiesta al hombre ligándose en la Tora y a través de la Tora. En Él, origen de la moral, todo hombre es objeto de su generosidad divina.
La Cábala tiene carácter verbal, y valor personal. Es un regalo aceptado por el hombre, distinguible de la Massora (Tradicción) “de hombre a hombre”, que se integra también en la cadena de la Cábala.
El deseo del hombre es religar el mundo con Dios, hasta que su presencia aquí abajo sea real, unir el cielo y la tierra, realizando la unión total. Cuando el hombre abandonó el extremo de la chalchelet, separó las regiones opuestas del universo. El hombre que ha accedido al rango de creador, que se ha hecho semejante a Dios, recae en el estado de criatura. Atraído por la fuerza de gravitación de la tierra, sufre una caída. La divinidad abandona el mundo, regresa a los cielos, porque el hombre aparta los pies de la Chehina, porque destruye la morada que Dios ha querido tener en la tierra. Pero Dios que “oculta su rostro” al hombre, reanima su amor y le invita a volver a Él. Nuevamente el hombre recoge los anillos de la cadena que le ofrece, en virtud de sus “méritos”, restablecer el contacto entre él y Dios, entre su mundo, inferior, y el de Dios, superior.
Cada hombre, como individuo, y cada pueblo colectivamente, debe conservar la relación con Dios, a Israel le corresponde por responsabilidad porque es parte del Señor; “Jacob es la cuerda de su heredad”. Situado en el centro del mundo; es el corazón de las naciones, que en virtud de su existencia, materializa el plan que Dios concibió en la creación. La vocación de Israel: evidenciar ante los hombres y las criaturas “de toda carne”, la finalidad que Dios se asignó al crear el mundo y situar al hombre en él: “Vosotros sois mis testigos, dice el Eterno, y el servidor que yo he elegido, para que lo sepáis, me creáis y comprendáis que soy Yo… El pueblo que hice para mí y para que cante mis alabanzas”. Dios se muestra a Israel para que Israel lo presente ante el mundo. Para realizar el mandaro de allanar el camino a los demás pueblos, Jacob debe permanecer fiel a la Tora. esto garantiza, por una parte, la seguridad de Israel y, por otra, le mantiene bajo vigilancia, ofreciéndole los beneficios de la certeza y las ventajas de la incertidumbre.
Para los modernos hassidim, la Cábala significa “aceptación del yugo del reino de los cielos”.
Ese yugo es la Tora, la ley (rigurosa, formal y general), y los Mitsvot (Mandamientos, de alcance individual, que emanan del amor de Dios y se realizan en el amor de los devotos hacia Dios)
La severa Tora se convierte en una la obra de “caridad” de un Padre misericordioso Ramana Amar. Sus hijos identifican la Ramana con Dios. Cuando cumplen sus preceptos exclaman gozosos: Ramana tsitva “la Tora-Dios lo ordena”, y así realizan su unión al efectuar lo que el Zohar llama “la unidad entre Dios, la Tora e Israel”. El hombre de la Cábala se compromete ante Dios para la realización de su Tora. La Salvación que espera de Él no debe desligarse de su condición humana, sino que le permitirá su plena consumación. Su compromiso es personal, único e inmediato: insertado en un pacto antiguo, general. La antigua alianza (Tora) libremente renovada (sus cláusulas, los mitsvot “mandamientos”). Cada israelita participa de la función cósmica de todo el pueblo. Si no existiera la Tora el mundo no hubiera sido creado; si Israel no existiera, el mundo no hubiera subsistido. El mundo fue concebido para que el género humano, en su conjunto, realizara la Tora, confiada al “primogénito” de la familia humana.
Como ley cósmica, la Tora encierra en sí, hasta en sus letras y tildes, las mismas fuerzas que rigen el mundo de la naturaleza y los principios que gobiernan la ley moral de cada israelita y que están destinados a todos los hombres y a todos los pueblos. Por la acción de Israel, los ámbitos de la naturaleza y de la moral, que habíamos separado, reaparecerán en su unidad como antes de la Caída, y entonces ya no habrá distinción entre materia y espíritu.
La cadena de la Cábala representa la naturaleza espiritualizada y el espíritu concretizado. El propio Dios penetra la realidad inferior, se “realiza”; el hombre puede contemplarse en el espejo celeste sin dejar la tierra. En el mundo inferior el hombre cuida su semejanza con Dios, y colabora con Él en la dirección del Cosmos. Dios se humaniza en el hombre y éste se diviniza en Dios.
El hombre puede elevarse al nivel “hombre de Dios, que no hombre Dios, y Dios es el Dios del hombre que no Dios hombre. La realidad divina y la realidad humana son interdependientes: “Vosotros sois mis testigos y Yo soy Dios” dice el Eterno por boca de Isaías , y los sabios añaden un sí “¡Si vosotros sois mis testigos, Yo soy Dios!”. En la medida en que el hombre lo acepta, Dios es la realidad de este mundo.
Es verdad que el hombre puede trepar por la escala hasta los cielos, pero necesariamente habrá de descender de nuevo. El hombre de la Cábala no se une a Dios, no realiza la unión mística, perdiéndose en lo Absoluto; sino que aspira a realizar su condición activa de hombre de Dios mediante el “encadenamiento” (devekut), estableciendo una relación activa con Él, no se abisma para despersonalizarse, sino recuerda humildemente que es el “hijo del Rey”, y acrecienta su valor.
La devekut, el encadenamiento, es un modo de vida “Ama al Eterno, tu Dios, escucha su voz, átate a Él: es la condición de tu vida y de tu longevidad; así sólo permanecerás en el país que el Eterno juró a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob…”. Esta relación entre Dios y el hombre es dinámica, pero no desordenada. Condición vital, que se transforma en acto de vida, en el proceso de su realización..
Dios es amor y objeto de Amor afirma H Bergson. Pero el amor de Dios marca el desembocar de toda creencia religiosa en un dios personal y, en definitiva, toda religión tiene un fundamento místico incontestable, porque presupone la fe en el Absoluto, y relaciones entre hombre y divinidad.
En la Cábala, el amor de Dios no es ni verdaderamente místico, ni simplemente religioso, sino amor inteligente, la unión creadora se pliega a la voluntad divina reafirmándose: “Haz su voluntad como la tuya, y Él se encargará de ejecutar tu voluntad como la suya
La devekut se manifiesta en el encuentro en la tierra, Dios desciende hasta el hombre, cuyo vaso purificado, santificado recibe el manantial de gracia divina.
El hombre de la Cábala no se libera de su condición humana; se conforma con dominar sus instintos, y utilizarlos en un sentido moral, el de la santidad. Santidad que debe realizarse en vida, respetando con lealtad, sin exageración, la Ley que debe gobernar su vida, preparándose en esta vida para gozar de la felicidad eterna, reservada a los justos.
No practica únicamente un misticismo interior, también se dedica al estudio de la Tora intentando ahondar en los secretos de su enseñanza, para tras recoger las “perlas” orientar en la acción, su aplicación. Los estudios no conducen al saber, sino a la conciencia de la propia ignorancia. “Lo que está a la vista llama a los ojos; lo que está oculto atrae al saber”. Saber es introducción al no-saber. El hombre de la Cábala llega, a través de la búsqueda intelectual, al grado que le supera, al que sigue el descubrimiento de secretos: el grado de la simplicidad «porque lo verdadero es simple»
La Cábala ha sido llamada la hohmat ha-emet, la “ciencia de la verdad”, tiende a conocer la verdad divina; y se interroga sobre el origen del mundo, su organización y su fin; y sobre las relaciones entre Dios.-mundo y hombre; y el lugar que el hombre ocupa en el universo.
Para el hombre de la Cábala la omnisciencia es irrealizable, pero la ausencia de saber es imperdonable: es el buscador despierto que quiere penetrar su esencia, llegar hasta su vida interior, entroncada con la realidad universal. Ser místico, que sitúa la intuición, la visión de la realidad por el espíritu, encima y más allá de la razón. No se deja por esta aprisionar, ni fascinar por la intuición, se sirve de ambas como instrumentos complementarios de investigación.
Los judíos sitúan la razón en el corazón. La razón se supera a sí misma para devenir razón superior. La simple razón concibe objetos individuales, finitos,, analiza lo real; la razón superior se abre al infinito, abraza la realidad superior sin precisar destruir sus fundamentos, pues no puede ser separada de lo real, sino que refuerza su simple razón, favorece el acercamiento al conocimiento total.
La religiosidad del hombre de la Cábala corresponde a la intensa vida del espíritu como la superación de un estadio puramente afectivo, psico-fisiológico.
La Cábala no concibe “iluminaciones repentinas” que hacen la razón inútil. Sino que estos relámpagos de intuición sobrevienen por gracia divina, siempre por merecimiento, pero sin estar pendiente de tales prodigios pues podrían no presentarse. La comprensión de lo -visible e invisible- se consigue por continuado esfuerzo. La luz divina “or” o “oraita ilumina sin deslumbrar, es esplendor, descansa la mirada. Esta luz” clara está reservada sólo a los justos.
Los mandamientos o mitsvot están íntimamente relacionados a órganos humanos, complementados y condicionados como un todo vivo. Si el hombre profana un mitsvat, debilita uno de sus órganos, y viceversa. Las enfermedades morales y físicas son paralelas. El cuerpo de Israel es místico, posee un alma que tiene su raíz en Dios.
La oración matinal del judío, es: “¡Oh Padre nuestro, Padre misericordioso! Ten piedad de nosotros, y da a nuestro corazón la inteligencia y la sabiduría necesarias para escuchar, aprender, enseñar, observar, ejecutar y cumplir con amor todas las palabras de la Tora. ¡Ilumina nuestro ojos en el sentido de la Tora, y ata nuestro corazón a tus mitsvot!”
El Cabalista (lo que debe ser), más aún que el hombre de la Cábala (el que será), penetra el paraíso de la Tora, para recoger sus secretos místicos, y descubrir el significado profundo de los mitsvot.
La Cábala da un sentido práctico de la vida, su finalidad es ética, su resorte la acción, es una meditación de la Tora para asegurarse cumple con lo que está escrito, en cuyas letras concentran su atención. Meditación que debe desembocar en la acción creadora. Nos revela su interpretación del “relato de la creación” (Génesis)y del “relato del carro” (visión del carro divino. Ezequiel) ambos ma’assé, “hecho”. Narra un hecho que llama a la acción, partiendo de la acción divina que continúa en la acción humana. La Biblia habla siempre el lenguaje del hombre.
La Cábala no debe ser un coto cerrado sólo asequible a ciertos iniciados.
Los poderes espirituales y sociales de los jefes religiosos del pueblo judío, desde los profetas, nunca fueron hereditarios.
La Tora ha sido revelada a todos los israelitas, “Moisés ha dado la Tora, herencia de la asamblea de Jacob”, compuesta como hermoso cántico (agada, narración poética) y dictada como severa ley (halaha, interpretación jurídica). En la época talmúdica los esenios (primeros hassidim) instituyen la halaba. Hoy, los defensores más acérrimos de la Ley son los propios místicos del hassidismo. Quienes ante un exceso de formalismo, recuerdan el gran principio talmúdico Ramana liba bai “Dios misericordioso exige el corazón”, recuerdan a los profetas de Israel: …”y iuesto que este pueblo se acerca a mi con la boca,… pero su corazón se mantiene apartado de Mí,…”.
Profetas y cabalistas reclaman la aplicación auténtica de la Ley, a la que debe acompañada la “intención” (kavana) sincera y orientada. Los grandes renovadores de la Ley judía fueron precisamente Cabalistas eméritos y defensores de la Cábala, de la Tradición. Los sabios de Israel son, por lo general, agricultores o pequeños artesanos. La Tora fue dada al hombre por Dios sin remuneración alguna, y permanece accesible a todos. Los hassidim nunca formaron una secta, no se organizaron en castas cerradas, sino que surgieron del pueblo, con el que conservaron su contacto y vivieron para él
Los místicos judíos son legisladores y luchadores, hombres de acción, pero aún siguiendo el camino de su pueblo se les designa como “separados” (peruchim), como a los santos, se les distinguen por las respuestas prácticas que dan a las exigencias de la vida cotidiana, y el pueblo sigue su ejemplo. El pueblo en onjunto también es un pueblo peruchim, de separados, distinguido entre los demás.
La Cábala se dirige ante todo a los iniciados, a los “separados”.Los propios profetas tenían prohibido guardar para sí la profecía, debía comunicarla al pueblo como dignos de recibir la gracia. Misión de todo verdadero profeta y cabalista, en su deseo de que todos merecen la gracia
El judaísmo es una religión abierta, la realización humana está al alcance de cada uno, pero algunos estudios de la Tora exigen madurez intelectual, firmeza moral y agudo sentido de responsabilidad.
La Cábala insiste en la salvación de la persona, por pleno desarrollo de la personalidad humana. El hombre es conducido hacia sus fuentes celestiales, que sólo alcanzará en el más allá.
La salvación individual es inseparable de la salvación de la comunidad, La comunidad la obtiene agrupando las personalidades realizadas individualmente a la luz de un ideal común.
La estructura y objetivo de la Cábala son cósmicos, pues sus ideales son universales, sin que ello obstaculice la libertad de cada hombre y pueblo. “llegará el día en que muchas naciones se ligarán al Eterno y serán su pueblo; y Él habitará en ti…”. Pero aunque los pueblos realicen su alianza, su devekut, Israel centro de la morada terrestre de Dios, seguirá siendo el pueblo que ha elegido profundizar en la mística de la Ley divina y revelar la legalidad del Misterio divino.
«La Cábala «de Alexandre Safran. Extraído del capítulo introducción.
El Rabino Alexandre Safran enseñó pensamiento judío en la Universidad de Ginebra
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